PREGUNTA: ¡las personas que me rodean sólo buscan hacerme
daño! ¿Qué se hace cuando uno trata de amar y el
otro no?
RESPUESTA: El amor mutuo que pretendemos alcanzar no tiene cabida
dentro del ego, yo quiero al otro porque me hace
bien, pero en realidad sólo quiero aprovecharme de él.
El amor dentro del ego es como cuando “te gusta el pescado“:
disfrutas del pescado puesto que te agrada su sabor;
precisamente desde ese mismo punto de vista, mientras yo
disfrute de alguien, me siento bien con él y le “amo”; no
obstante, cuando ya no estoy a gusto con él, entonces le
rechazo.
También existe otro tipo de amor, que aún no conocemos.
Por encima de nuestros cálculos egoístas, por encima
de nuestra naturaleza, cuando se nos revela la imagen
donde todos somos parte de un sistema general y donde
dependemos el uno del otro, nos rendimos ante su poder
y se despierta en nosotros el amor hacia los demás.
Y por encima de este amor existe un amor superior. Por
encima de la dependencia mutua, nos atrae la cualidad del
amor por sí misma, puesto que reconocemos que amar y
otorgar es lo más sublime que existe.
El amor nos permite elevarnos por encima de nuestra
capacidad de percepción común para comenzar a sentir
otra realidad.
Cuando la tendencia de nuestra naturaleza de recibir
cambia por la aspiración de amar y otorgar, la pequeña y
reducida realidad que sentimos en este momento abandona
su lugar y ante nosotros se abre una realidad completa.
esta es la realidad espiritual.
El hombre que alcanza a sentir la realidad espiritual, entiende
que las personas se relacionan mal las unas con las
otras porque son dirigidas de manera natural por el ego
y no porque sean malas. Descubre que fueron creadas de
esta manera con una intención determinada, para darles la
posibilidad de llegar, finalmente, a un conocimiento que
no dependa de la nulidad del ego, y a salir de éste en pos
de la realidad del amor.