
Debemos empezar nuestra corrección. En mi deseo de recibir placer hay un sin número de cualidades en las cuales debo sentir los golpes para poder reaccionar y decir: “¡Ay!” Después, necesitaré otros mil golpes para sentir aún más dolor. Esto no es una broma. De este modo es como transcurre toda nuestra existencia. Necesitaré otros mil golpes más para decidir que ya es suficiente y que no puedo más, que es necesario hacer algo al respecto: ¡Basta, no puedo más! ¡Tengo que hacer algo!
Cada cualidad incluye cuatro niveles (Alef, Bet, Gimel, Dalet). Hasta que no lleguemos al último, al cuarto nivel, pasaremos nuestra vida recibiendo golpes, sufriendo, sin reflexionar en lo que está sucediendo.
Es como cuando primero me duele una parte del cuerpo y después otra… pero, aguanto el dolor y pienso que puedo resistirlo, hasta que al fin entiendo que hay que tomar una decisión y hacer algo al respecto. De este modo actuamos siempre.
Sin embargo, así debe ser, porque estamos creados de un material complicado, de muchas capas que se desarrollan desde un solo punto. No tenemos alternativa.
Después, al final de la corrección, todo lo que hemos vivido se unirá y nos dará la percepción perfecta, la plenitud y el entendimiento.
(Extracto de la lección según el artículo Matan Torá (La entrega de la Torá) de Baal HaSulam, correspondiente al 29 de abril 2010).